En el mes de febrero del 2021 se llevarán a cabo elecciones generales en el país; una más de las muchas que se han suscitado a lo largo de décadas plagadas de engaños y politiquería. De mi parte no votaré, al igual que muchas personas, porque nos damos cuenta de esta farsa y además por precautelar nuestra salud frente a la pandemia del Covid19.
En cada elección los candidatos ofrecen y ofrecen a la población, pero luego no cumplen ni siquiera el 10% de sus ofertas de campaña, y para colmo utilizan el Estado y cargos públicos como palanca para negociados de todo tipo en perjuicio de la sociedad.
Después la gente se pregunta enojada, ¿qué pasó?, o llegan a conclusiones muy simples de que “nos traicionó”.
La realidad es que el actual sistema político – electoral lleva dentro de sí, en sus entrañas, la farsa y corrupción. Es un sistema que privilegia a la usura (con o sin ley) y a la burocracia dorada, de hecho, estos grupos son las dos caras de una misma moneda: unas veces gobiernan los primeros, otras los segundos, y después intercambian.
Tampoco es aceptable la posición de ‘rechazo total’ a las elecciones ‘per se’. La democracia y las elecciones son el único mecanismo justo para el establecimiento, desarrollo y control del poder público; la gran diferencia radica en que existen distintos tipos de democracia y elecciones, de sistemas políticos.
Después de muchos años y décadas de fracasos y engaños del actual sistema, la única opción viable a mediano y largo plazo es un sistema político que se encamine hacia las ELECCIONES DE TRABAJADORES Y PRODUCTORES.
El trabajo y la producción de bienes son las fuerzas motrices e históricas que crean toda la riqueza económica, social y cultural de la sociedad contemporánea, y en general de toda sociedad en la historia.
El trabajo es lo que permite la construcción de edificios y carreteras, la confección de ropa y calzado, la producción de alimentos y enseres, etc. Sin el trabajo y la producción toda la sociedad colapsaría inmediatamente.
Por ende, al ser el trabajo y la producción las únicas fuentes legítimas y objetivas de riqueza y progreso, deben ser las únicas fuerzas autorizadas para gobernar, simple y concreto.
Los trabajadores, ya sean de tipo intelectual, manual o mixto, y los productores, ya sea que produzcan alimentos, ropa, vehículos o arte, están llamados históricamente a protagonizar el ejercicio del poder público.
En un nuevo sistema político – electoral, tanto los partidos, candidatos y votantes deben salir de entre las filas del trabajo y la producción, en tanto que los usureros (es decir el capital financiero), y los burócratas dorados (todos aquellos que fueron, son o aspiran a ser políticos de carrera aprovechando los bienes públicos para enriquecerse) deben quedar automáticamente fuera de las elecciones.
Esto no es el deseo subjetivo de nadie, simplemente es la confirmación del movimiento dialéctico de la historia hacia nuevas fases del desarrollo social.
Es cuestión de tiempo que grandes sectores de la sociedad tomen conciencia de esta realidad y comiencen a actuar en correspondencia. En esos momentos, gran parte de la intelectualidad sumaremos esfuerzos para poner nuestras profesiones y conocimientos al servicio de la transformación, del nacimiento de una nueva sociedad y república.
Mientras tanto, seguimos y seguiremos con las antorchas del conocimiento y el arte, bien encendidas.
Nicolás Gualle
ESCRITOR y CONFERENCISTA
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Pág. Web: https://nicolasgualle-escritos.blogspot.com
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